Rubén Loayza Contreras es un artesano ceramista de Quinua, Ayacucho, Perú. Nacido en 1982, creció entre la agricultura y la cerámica, oficios que su familia practicó por generaciones y que marcaron profundamente su identidad. A inicios de los años noventa, su familia debió migrar a Lima debido al conflicto armado. Allí retomaron el oficio con esfuerzo: recolectando arcilla, probando temperaturas de cocción y volviendo a levantar su trabajo artesanal mientras encontraban nuevos intermediarios y clientes. Ese proceso permitió a Rubén reencontrarse con la cerámica como un medio de sustento, pero también como un espacio de memoria y continuidad cultural.

Su materia prima es la arcilla recolectada en canteras locales, que procesa con secado, lavado y tamizado, mezclándola con silshe para obtener una pasta limpia y maleable. Con esta base elabora obras completamente a mano o con moldes artesanales construidos por su familia. 

Su obra se caracteriza por representar la iconografía tradicional de Quinua y de los Andes: cruces religiosas, corazones, músicos, toros de Pucará, personajes costumbristas, escenas mitológicas y la flora local, especialmente flores como la cantuta, rosas, hortensias, margaritas y palmas. También desarrolla piezas que narran la vida cotidiana y celebraciones patronales, como los músicos de las fiestas comunales o la figura del chuncho, personaje amazónico que, según la tradición oral, visitaba Quinua con su vestimenta tradicional.

Ha participado en distintas ferias y exposiciones, entre ellas De Nuestras Manos (2025) y la Feria Regional de Ayacucho (2023). Su trabajo forma parte del legado cerámico de Quinua, un territorio reconocido por su profundo vínculo con el arte popular y la producción alfarera.